La primera vez que escuche "cariño, estoy preocupado por ti", el que realmente se preocupó fui yo. La frase venía de mi mujer, que me comentaba que ya no era el mismo de antes; me decía que estaba apático, siempre en el sofá, delante de la tele. Terminó su azote diciéndome: "¡Además, has echado barriga!" Fue entonces cuando decidí que tenía que cambiar. Tenía razón, no era la misma persona vital de antes, era obvio pero no me había dado cuenta.

Había oído y leído en muchos sitios los beneficios del running; mejorar la condición física, perder peso, hacer nuevos amigos, incluso sentirse mejor con uno mismo. Esto último fue lo que me convenció de probar con este deporte. Así que, un día como otro cualquiera, desempolvé mis viejas zapatillas, me puse mi ropa deportiva y salí de casa, sin dirección ni propósito más que hacer caso a los consejos de mi mujer, sudar un poco y ver qué pasaba.

La experiencia no duro mucho, al cabo de 15 minutos, que a mí me parecieron toda una vida, estaba entrando otra vez por casa. Cuando mire el reloj vi que no había corrido ni la mitad de tiempo que me había propuesto y eso me entristeció. Sin embargo, mi mujer me beso y me dijo "estoy muy orgullosa, por algo se empieza", y me fui feliz a la ducha.

Ese día, sin saberlo, había comenzado un viaje largo y duro, pero a la vez precioso y revitalizador. Un viaje que, no solo cambiaría mi vida, me cambiaría a mí como persona, descubriendo facetas de mí, que desconocía.

Aquí te contare cómo fue mi viaje, mis anécdotas y mejores historias y como me convertí en un corredor. Acompáñame para que lleguemos al destino.