Una de las grandes dificultades que un corredor debe conseguir superar es perder la motivación para correr.

Formas de motivarse hay muchas, pero una de ellas –quizá la menos glamourosa- es crear un hábito de entrenar, que nos ayudará a evitar la pereza, el desánimo o la desmotivación.

El hábito fundamentalmente consiste en la mecanización de un proceso, de modo que nuestro cerebro lo automatice y luego se repita sin esfuerzo. Es el modo en el que aprendemos a caminar, ir en bici…

William James, psicólogo y profesor en Harvard en su artículo El hábito, teorizaba que son necesarios 21 días consecutivos realizando una misma acción para inculcarla en nuestro cerebro como una costumbre.

Tampoco se trata de ponernos excesivamente dogmáticos, pero lo importante es superar la dificultad que entraña tener constancia y poder salir a entrenar con la frecuencia necesaria para lograr nuestros retos. Y, evidentemente, nos referimos a la mayoría de nosotros, que no somos profesionales y que compaginamos el running con el resto de nuestra actividad, profesional y familiar.

A todos nos llega ese momento en el que nos cuesta “arrancar”, por trabajo, una lesión, aspectos personales… La consecuencia suele ser que después de un periodo de inactividad es que al día siguiente nos agarramos a cualquier excusa para evitar volver a correr y sufrir una nueva decepción (“qué agujetas tengo”, “qué mal lo pasé”, “cómo cuesta”…)

Así pues, siguiendo este modelo –un poco drástico- la propuesta es intentar entrenar 21 días seguidos… haga viento, frío, calor, tengamos un viaje o juegue nuestro equipo. Y ese es nuestro único objetivo, da igual si nos encontramos mejor o peor, si hacemos 10 ó 12 kilómetros, lo importante es correr 21 días seguidos.

Primero, busquemos la mejor hora para nosotros y así mecanizamos la actividad. Luego, no pensarlo y salir a correr (casi como un autómata). Por experiencia, pasaremos por varias fases.

En la primera semana nos invade la euforia. “Esto va a ser un camino de rosas”…, es decir, estamos extra motivados por este nuevo reto

La segunda semana, comienza a complicarse la cosa. Empiezan a aparecer los dolores y afloran excusas por todas partes (“estoy un poco resfriado”, “que me duele aquí o allá”, “tengo pendiente la compra semanal”……). Es la fase del cansancio mental

Superar esta fase es la clave de nuestro empeño. Esos días hay que ser muy firme, porque en la tercera semana notaremos ya una mejoría…incluso los dolores “son menos dolores” porque habremos recuperado el tono muscular y, además, vemos cerca el fin de nuestro desafío.

Una vez terminados los 21 días, habremos incorporado en nuestra rutina el acto de ir a correr y ya no nos costará en absoluto. Eso sí, después de este esfuerzo no creamos que ya está hecho todo y no perdamos el hábito.