El peor enemigo de un runner siempre es sufrir una lesión. Lo primero que hay que hacer en cuanto se detecta una molestia es acudir a un profesional de la medicina.
Ellos son los que mejor pueden detectar qué sucede y qué ejercicios deben hacerse para recuperarse.
Una de las lesiones más habituales de los corredores es la fascitis plantar o la periostitis, con la que, salvo excepciones, en la rehabilitación normalmente se especifica que sí se puede seguir corriendo, aunque bajando mucho el número de kilómetros.
Sin embargo hay otras lesiones musculares o articulares en las que se desaconseja mantener el impacto que supone correr, como por ejemplo las lesiones producidas por sobrecargas, pero que no llegan a producir roturas musculares.
La frustración que provoca en el corredor tener que detener el entrenamiento, en ocasiones, se traduce en intentar hacer lo que no se debe. Por eso, es habitual que en estos casos el médico rehabilitador permita que se puedan hacer otros ejercicios, como montar en bicicleta, o si se tiene una lesión de rodilla, la natación. La bicicleta, la máquina elíptica del gimnasio y, sobre todo, la natación, son grandísimos aliados para seguir en forma cuando algunas lesiones no permiten al runner seguir corriendo.
Uno de los ejercicios más recomendables es el aquarunning, con el que se imita el gesto de correr en la piscina sin tocar el suelo. Las máquinas de remo de los gimnasios también pueden ayudar a estar en la mejor condición física.
Otro aspecto muy importante es mantener una buena alimentación durante el tiempo que no se sale a correr para evitar que cuando se vuelva a hacer ejercicio el runner vea mermado su rendimiento por el aumento de sobrepeso.