El maratón de Boston es “La Meca del maratón” y como tal está salpicada de hechos que han quedado grabadas en la historia de nuestro deporte. Una de esas historias es la de Kathrine Switzer, que en el año 67 se convirtió en la primera mujer que corriera y acabara el Maratón de Boston. Kathrine se convirtió–sin pretenderlo- en leyenda del running porque su historia estuvo salpicada de una mezcla de épica y mito.
Es una auténtica historia de superación, ya que al rechazo de la gente que estaba alrededor del maratón de Boston se sumó el de su propio entrenador que llegó a decir: "Ninguna mujer puede correr un maratón”; a pesar de que le entrenaba en carreras de medio fondo.
Sin embargo, esta frase surtió el efecto contrario al esperado y Kathrine decidió que iba a conseguirlo y demostrar a todo el mundo que una mujer podría correr y acabar un maratón. Y le dijo a su entrenador: "Tengo un plan, un entrenador, y un objetivo: correr el maratón de Boston. Y vamos a hacerlo".
Quería correr pero primero había que conseguir el dorsal. No sabía si se lo darían, a pesar de que las normas de la carrera no decían nada de si podía o no participar una mujer. Estaba bastante nerviosa por si no le dejaban participar y su sueño terminaba antes de empezar y esperó su turno. Cuando le tocó, extendió la sudadera que llevaba para que le pusieran el dorsal y…el juez ni se fijó. Le dio el dorsal y…¡prueba superada! Ya podía correr.
En la línea de salida era, evidentemente, el centro de todas las miradas, pero contrariamente a lo que pudiera parecer, el resto de corredores le animaba y le deseaba suerte. Arrancó la carrera y se relajó. Ya lo había conseguido. Estaba donde ella quería, corriendo en la “Meca del Maratón”.
Una imagen para la historia
Sin embargo, la historia Kathrine se iba a convertir en mito porque sucedió lo inesperado. Ella misma contó que "de repente escuché unos zapatos corriendo deprisa detrás de mí. Me giré, y vi la cara más enfadada del mundo, que me gritaba -“¡Fuera de mi carrera!”-, mientras intentaba agarrarme y echarme del recorrido a empujones”.
El hombre que intentaba que Kathrine dejase de correr no era un espectador cualquiera, era nada menos que Jock Semple, el director del maratón. Tal fue la virulencia de su agresión que llegó a arrancarle el dorsal de la espalda, pero entonces apareció Tom, su novio y jugador de fútbol americano que estaba corriendo junto a ella y le placó, tirando al suelo al agresor.
El revuelo que se formó fue enorme. Además, el hecho se produjo justo delante del camión de prensa que cubría el evento y, claro está, a partir de ahí toda la atención del maratón se centró en Kathrine, su novio y el entrenador, que corrían como si “huyeran de algo”.
Desde ese momento, ella sólo tenía un objetivo: terminar la carrera para que nadie dijera que una mujer no podía acabar un maratón. Al llegar a la meta, más que acabar una carrera lo que supuso para Kathrine fue un cambio en su vida. Ya tenía una meta, aunque en ese momento aún no era consciente de lo que acababa de hacer.
Al día siguiente todas las portadas de los medios de comunicación eran para ella y su gesta. Cinco años después, se permitió legalmente la participación de la mujer en los maratones.
Kathrien Switez, una historia de superación que logró romper un tabú en la maratón más emblemática del mundo.