Una vez se hizo oficial que la maratón formaría parte del programa, los griegos se movilizaron para ganarla. Nadie que no fuera griego podía alzarse con la victoria de una prueba a la que ellos mismos y su historia le habían dado nombre.

Un militar heleno, el Coronel Papadiamantopoulos, fue el encargado de organizar las pruebas de selección entre los millares de compatriotas que se presentaron. Años antes, el coronel había tenido a su servicio a un militar alto, delgado, de condición atlética y de nombre, Spiridon Louis. Sabedor de sus buenas dotes para correr y su gran capacidad de resistencia física, Papadiamantopoulos lo hizo llamar y le convenció para que se presentara a la prueba.

En aquel momento, Louis trabajaba como aguador (Atenas no tenía agua corriente), en el barrio de Morousi.

El 10 de abril de 1896 se disputó la primera maratón olímpica con 30 corredores locales y cuatro extranjeros. Con este ratio la victoria de los griegos parecía segura pero no fue tan fácil. En los primeros compases de la carrera, el francés Albin Lermusiaux se imponía como líder destacado. Es en ese momento cuando nace la leyenda de Spiridon Louis.

Cuentan las crónicas que Spiridon se paró en un bar y pidió media naranja y una copa de coñac al tiempo que preguntaba cuánta ventaja le sacaba el francés. En ese momento exclamo: ¡los voy a coger a todos!,y así lo hizo. Spiridon Louis llegó al estadio olímpico en cabeza y aclamado por los espectadores. Acabó la carrera con un tiempo de 2h58m50s. El propio rey Jorge I de Grecia bajó a saludar al héroe y le dijo que podía pedirle lo que quisiera. Louis sólo acertó a decir que necesitaba un burro y un carro para poder llevar más cómodamente el agua por los barrios de la ciudad.

Después de aquella carrera, Louis nunca más volvió a competir pero su leyenda creció con los años y a día de hoy es uno de los símbolos deportivos más destacados de los griegos.